jueves, 9 de diciembre de 2010

Merienda en el Campo con amigos y niños


Música y MELORITMIA

Hace poco quedamos para pasar un día de campo unos pocos, pero buenos amigos de Musicosophia.
Nos juntamos 6 adultos y 5 niños, de edades entre 14 y 4 años, que sin apenas conocerse, congeniaron muy bien y se pasaron el día ideando juegos, chistes, risas e imaginación, lo cual fue una suerte ya que amaneció el día lluvioso y tuvimos que quedarnos bajo techo todo el día.
Yo albergaba la esperanza de que en algún momento pudiéramos con ellos hacer algún trabajo musical.
El día fue pasando tranquilamente, y ya tras el café le preguntamos a Pilar García si había traído alguna música para trabajar con los niños. Confesó que sí, pero que era una melodía muy sencilla, dado que no había tenido mucho tiempo para preparar algo más complejo. Era importante ver el estado de ánimo de los pequeños, pues no podíamos sacarles de sus juegos a la fuerza para imponerles la “tarea musical”.
Fuimos a ver cómo respondía el grupo, y en efecto, habían montado un enorme mercadillo con todo tipo de objetos y hasta con 2 cajas registradoras y claro, ni a los compradores ni a las cajeras les apetecía desviar su atención de su interesante mundo del comercio.
Decidimos entonces iniciar nosotros el trabajo musical y proponerles a los niños que cuando ellos quisieran se unieran a nosotros. Yo les preparé la merienda mientras en el salón, por arte de magia, Pilar sacó de su bolso cual Mary Poppins, varios discos de música, rotuladores de colores, grandes folios con la melorritmia perfectamente dibujada y hasta un puntero!!!!!! Quién la conoce sabe bien a lo que me refiero.
La música de Brahms empezó a llenar el salón y nos fue poco a poco envolviendo; Pilar había ideado distintos gestos y una y otra vez la melodía nos transportó hasta la máxima concentración. De nuevo la magia de la música hechizó el ambiente y aparecieron los niños atraídos por la melodía, cual flauta de Hamelin.
Se sentaron, escucharon, siguieron las líneas de colores y todos de pie, en círculo, fuimos “pasándonos” las melodías y sobre la marcha improvisamos una nueva melorritmia, con movimientos más amplios y más marcados para atrapar el dinamismo de los niños.
Los niños mayores captaron enseguida los matices de la melodía que marcaban perfectamente con el gesto, los más pequeños participaron con entusiasmo en el juego, en el que fuimos guiándoles para que identificaran las melodías.
Todo surgió con naturalidad y fluyó sin que nos diéramos cuenta, ayudó sin duda la maestría de Pilar que consigue mantener la atención de los niños, y la mágica unión de gesto y música hicieron el resto.
El día fue estupendo y la música culminó un agradable día de campo pasado por agua.




Mª Teresa Polo

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